El sistema europeo de protección de las denominaciones de origen es sofisticado, pero a un nivel que se corresponde con el de aquello que protege. No ocurre así fuera de las fronteras de la Unión Europea, donde lo normal es que rijan sistemas mucho más permisivos. Sin embargo, existen excepciones como India, Suiza y algunos países latinoamericanos, en los que también existe lo que se conoce como un sistema sui generis de protección, parecido al europeo.

Países como Estados Unidos no renuncian a proteger a sus productores, pero lo hacen de otra manera, similar a como se protegen las marcas en propiedad industrial. Es un sistema mucho menos garantista que el europeo, en el que las empresas tienen amplias facultades, ya que pueden registrar a su nombre una determinada indicación con exclusión del resto de productores, por mucho que su producto sea igual o incluso mejor. Sólo una licencia de uso, que naturalmente otorga el titular y no un órgano público o regulador, habilitaría a otros productores. No obstante, existe un pequeño resquicio en forma de marcas de certificación, concepto más próximo al sistema europeo, pero con menos uso. Como ejemplo, las Patatas de Idaho, para las patatas cultivadas en dicho Estado. Salvo esto, es perfectamente posible comprar en un supermercado estadounidense Roquefort de Nebraska. En definitiva, se trata de dos filosofías muy diferentes, casi enfrentadas. Desde luego no se puede obviar que la calidad del producto europeo, en general, supera con mucho a la del estadounidense. No se trata de calificarlo negativamente, sino de resaltar el sistema de protección de la calidad del europeo, que tiene inconvenientes como su propia complejidad, pero sirve intereses que en Estados Unidos no provocan más que indiferencia. Quizás no es elegante expresar reflexiones como esta, pero esconden un gran poso de verdad. Así se expresaba en noviembre de 2013 el Shaun Donnelly, el Vicepresidente de inversiones y servicios financieros del Consejo de negocios internacionales del gobierno de EE.UU.
Un área que será difícil es el del sistema europeo de lo que llaman indicaciones geográficas, la idea esa de que cada salchicha Frankfurt tenga venir de Frankfurt o algo así. En realidad es una diferencia de viejo-nuevo mundo sobre vinos, quesos y salchichas y sobre cómo se tienen que llamar. Eso va a ser un reto.
En la primera entrada de esta serie vimos cómo el ministro de agricultura alemán bromeaba con la posibilidad de comer Bratwurst auténticos de Kentucky.
El TTIP
El Transatlantic Trade and Investment Partnership está llamado a ser uno de los grandes temas de los próximos años. Su entrada en vigor, si las negociaciones llegan a buen puerto, será un acontecimiento histórico porque creará la mayor zona de libre comercio del mundo. El momento en que ello suceda es una incógnita, si se piensa que la Declaración Transatlántica fue firmada por George Bush padre ya en 1990, pero desde 2013 la Comisión Europea negocia con el gobierno de Estados Unidos con el objetivo de firmar un tratado internacional definitivo. Las notabilísimas divergencias entre Unión Europea y Estados Unidos en materia de comercio han hecho saltar las alarmas de ciudadanos y gobiernos, especialmente a este lado del Atlántico, ya que si en toda negociación todas las partes tienen que hacer cesiones, en Europa se teme tener que hacer demasiadas. Poco se sabe de qué pasará con la propiedad intelectual, y más o menos lo mismo sobre las indicaciones geográficas, aunque algo más sí sabemos: no gustan nada en EE.UU. Las negociaciones, como se ha dicho, las pilota la Comisión Europea, a la que ya se ha trasladado, por parte de varios gobiernos europeos, la preocupación por este tema. Entre otras cosas, porque cualquier concesión será considerada como una derrota. Especialmente desde una perspectiva moral: a Europa le importa mucho la calidad de sus productos. A los estadounidenses, que sus empresas vendan. Si es por hacer productos de calidad, mejor. El enlace en España es Jaime García-Legaz, Secretario de Estado de Comercio, en representación del Gobierno. Quizás deberíamos ser más enérgicos, puesto que España tiene mucho que decir, y también mucho que perder. En Estados Unidos se piensa que el sistema europeo es monopolista, y Europa piensa que el contrario es el del todo vale, y realmente es necesario adoptar una postura clara y defenderla en la mesa de negociaciones. Otros temas que gravitan en torno a las indicaciones es el de los estándares alimentarios, que se encuentra en ese listado de materias problemáticas a las que también habrá que dar una vuelta.
Quedamos a la espera de la evolución de las negociaciones.